Y un día,
aparece alguien.
Alguien que te cambia la cara cuando te pregunta cómo estás, y no sabe que todo está bien gracias a él.
Alguien que te cambia la cara cuando te pregunta cómo estás, y no sabe que todo está bien gracias a él.
Alguien que llega por casualidad, y te llena el corazón de
ilusiones que creías haber perdido para siempre pero de pronto y sin esperarlo te
llevas la sorpresa de que ese alguien decide irse.
Entonces lloramos
día y noche a escondidas, sufrimos encerrados en nuestras habitaciones y cuando nos toca salir
salimos y mostramos la mejor sonrisa que tenemos. Aunque la mayoría de las
veces estemos destruidos por dentro.
No
entendemos el por qué nos duele y simulamos que no nos importa, aguantamos ese
nudo en la garganta para evitar que el resto sepa lo que nos está
sucediendo, decimos
que todo va bien cuando la realidad es otra, porque en verdad estamos muriendo
por dentro.
Me atrevo
a decir que en este caso el problema no es la falta de amor, el problema está
en la negación porque así como esto estamos acostumbrados a negar un millón de cosas por
orgullo.
Llegamos a negar que nos importan cosas que si son
importantes para nosotros, descuidar lo realmente valioso por lo urgente, y no
entregarnos por miedo a perder.
Les diría que lo que en verdad daña no es equivocarse y tener que pedir perdón, sino la indiferencia: fingir que no nos importa, aislarnos de las personas que nos aman, o dañar por miedo a que nos dañen.
Les diría que lo que en verdad daña no es equivocarse y tener que pedir perdón, sino la indiferencia: fingir que no nos importa, aislarnos de las personas que nos aman, o dañar por miedo a que nos dañen.
Y es que no es tan importante lo que sentimos, sino lo que hacemos sentir.
No sirve de nada amar si el ser amado no se entera, o si no se
siente importante, porque el problema no es la falta de amor, es no saber amar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario